Gracias al altruismo de nuestro gran amigo Carlos Cerquín Hidalgo que me permite el acceso a su impresionante colección de cancioneros, puedo compartir con ustedes esta interesante entrevista publicada en el cancionero "Voces en Ondas Nº 2" entre setiembre u octubre de 1937 aproximadamente. En la entrevista se destaca la estrecha relación que tenían Montes y Manrique con los miembros de La Palizada.
Voces en Ondas Nº 2 – setiembre u octubre de 1937 Colección Carlos Cerquín |
El polvo del camino no ha manchado aún el viejo pantalón del infatigable luchador que se llama César Augusto Manrique, el popularísimo compañero de Eduardo Montes. Ambos a dos, como dicen las comadres de medio pelo, popularizaron nuestro folklore en el ambiente aristocrático de New York.¡El viejo pantalón de César Augusto! Raído y ajeringado, lleva en su trama la memoria de mil aventuras y el compás de cien canciones.
Es un pantalón de fantasía, de tela fina y corte aristocrático. Es un pantalón estrecho que envuelve piernas adelgazadas por ímprobas caminatas o movidas marineras. Es un pantalón Pulcro, que dibuja la escuálida pantarrilla, se arruga en las corbas y singulariza a su afortunado dueño. Es un pantalón que delinea con precisión la personalidad de César Augusto Manrique. Viejo ya, Manrique conserva toda la prestancia de sus años mozos. Tiene un don especial para la charla. Es ameno y entretenido. Tiene sal y pimienta. Criollísimas expresiones salpican su parla, más criolla y pura que el estrecho pantalón que el polvo del camino no ha podido macular; más brillante que las gastadas botinas, lustrosas y bien cuidadas, en que a menudo contempla su faz arrugada, pero siempre risueña y expresiva.
César Augusto es en la actualidad empleado del Municipio capitalino. Todas sus glorias pretéritas se pierden allá en un rancho grande, entre residuos y desperdicios; todas sus ilusiones van al horno crematorio, diríase que para enaltecer o dignificar todo lo que nos es odioso. ¡Así es la vida! ¡Triunfo y sinsabor! ¡Éxito y fracaso! Un eterno balanceo en que ciertamente, no siempre se ve la mano de Dios. César Augusto con sus estrechos pantalones y sus botinas bien lustradas, es una preciada joya. Tiene alma de artista y singular don de gentes. Es risueño y bien humorado, asequible y cariñoso. ¿Por qué la fortuna ha sido injusta con Manrique? ¿Por qué las Autoridades no han acudido en auxilio de quién ha sido nuestro mejor propagandista en el extranjero? Difícil y peligroso es profundizar en el particular. Y, por otra parte, no tenemos el propósito de enfrascarnos en temas que no concuerdan con la índole de nuestra Revistilla. Por ello, vamos, simplemente, a referir la interesantísima charla que sostuvimos ayer con César Augusto.
Fue en su oficina del Camal Viejo en donde entrevistamos a César Augusto. Y después de los saludos de ordenanza, le pedimos noticias de Eduardo Montes, su compañero de aventuras. Nuestro interlocutor sonríe con benevolencia y responde:
Mi viejo amigo, compañero inseparable de mis años juveniles, noble y leal camarada. Que la suerte le sea propicia.
—¿Qué nos dice Ud. de su celebérrimo viaje a Estados Unidos?
—Recuerdo todas sus incidencias, como si hubiera sido ayer. Nos embarcamos en el "Urubamba" el 28 de agosto de 1911 y llegamos a New York el 20 de setiembre. Tomamos alojamiento en el hotel "Jirohouse" y confiados en la semana de descanso que nos dio la Casa Columbia, nos dispusimos a conocer la urbe. ¡Qué portento de ciudad! ¡Es algo realmente prodigioso!
—¿Qué cosa le causó mayor impresión?
—Todo, absolutamente todo; pero de, manera especial un paseo a Conney Island. Temía volverme loco; pero salí ganancioso porque perdí la nerviosidad. Se trataba de la casa embrujada, el automóvil vertiginoso, los aterrizajes violentos, etc., etc. Uds. conocen tales diversiones pues durante las festividades del Centenario Nacional hicieron las delicias de grandes y pequeños.
—¿Cuántos discos lograron imprimir?
—195 en el curso de tres meses. Fue, en realidad, un gran negocio para la Casa Columbia. Cada disco valía diez soles y recorrió todo el mundo. No exagero en lo menor.
—¿Gustó nuestra música en la Gran República?
—Muchísimo. Los gringos, tan aficionados a la música alegre y bulliciosa quedaron enamorados de la marinera. Voy a referirles una anécdota. Cierto día, todo el personal de la Casa Columbia se dio cita para escucharnos e invitó a sus relacionados y amigos como si se tratara de un gran acontecimiento. Pero no les satisfizo la música solamente. Querían espectar el baile: Y nos obligaron a bailar fuerte y parejo, alentándonos con ensordecedores gritos y aplausos. Aquello parecía una casa de orates. Desde luego queda entendido que nuestros originales amigos, con ese espíritu práctico que les caracteriza, nos agasajaban a porfía para levantarnos el ánimo y darnos mayores bríos. Terminada la jarana, tuvimos que recluimos. El baile nos había agotado y las sendas copas de whisky amenazaban hacernos perder el equilibrio.
—Llegados a Lima, debutamos en el "Olimpo". Fue un éxito clamoroso.
—¿Su estrecha amistad con Eduardo Montes ha sufrido interrupción alguna vez?
—Jamás hemos tenido un disgusto. Siempre nos hemos considerado como verdaderos hermanos y no es extraño, dado que Montes se distingue por su caballerosidad y corrección.
—¿Hace mucho tiempo que no cantan para el público?
—Varios años. La edad ejerce decisiva influencia. Mata el entusiasmo, aniquila las energías. Y una sonrisa entre amarga y burlona vaga por la faz marchita de Manrique, quien continúa:
—Ciertamente, la suerte no ha sido muy buena con nosotros. Estamos viejos y pobres después de una lucha agotadora. Hace poco tiempo quisimos cantar en Radio Grellaud; pero por diversas circunstancias, nos falló el plan. ¡Nueva manifestación de la mala fortuna!
¡Qué le vamos a hacer! Precisa tener paciencia y resignación. Necesario es consolarse con el recuerdo de mejores tiempos. Evocando nuestra mocedad. Cuando éramos solicitados para divertir a gentes más felices que nosotros!
—Hablemos de cosas más alegres, señor Manrique. La vida o corta...
—En efecto. Pero la juventud es más corta aún y, por ello, se aconseja gastarla bien lo que a mí respecta, puedo decir que no la he gastado del todo mal. Más, desgraciadamente se agotó ya ese divino tesoro.
—Conviene ser optimista. Recordemos. Con razón se dice que recordar equivale a vivir dos veces. Cuéntenos algo. Los reyes de la jarana deben haber corrido muchas y muy interesantes aventuras. Algo de amor…
—interesantísimo es el tema, en realidad. Pero mejor es olvidar, El amor, el dinero y el vino enloquecen a la juventud. Y cuando se aleja la mocedad y escasea el dinero, el amor sabe a hiel y a acíbar el vino.
He tenido infinitos amoríos como es natural pero sin mayores consecuencias. El único caso serio fue mi matrimonio con la difunta compañera de mi vida. Hace doce años que la pobre se fue para siempre, dejándome dos hijos para consolarme de su ausencia. El mayor está casado. La segunda me acompaña y es la conjunción de todos mis amores.
Voces en Ondas Nº 2 – setiembre u octubre de 1937 Colección Carlos Cerquín |
—¿Qué nos dice de la vieja y brava bohemia
—un grupo encantador de muchachos entusiastas y enamorados. El cabezón. Pastor, Karamanduca Ayarza, Aurelio Raygada eran nuestros inseparables compañeros. ¡Cuánta verbena hemos corrido juntos! ¡Cuántas frases de almíbar hemos deslizado al oído de criollas entre complacientes y presumidas! ¡Cuántas ilusiones! ¡Cuántos desengaños! Pastor, el recordado "León de Mármol", era el guapo de la pandilla. Por quítame allá esas pajas se liaba a mojicones con el más pintado. Karamanduca era el entusiasmo hecho carne. Siempre tenía una iniciativa feliz, una encerrona en perspectiva. Raygada completaba el quinteto y hacía gala de un carácter afable y cariñoso. ¡Sublime contraste! Los más opuestos caracteres ligados estrechamente por el ansia de hacer agradable la vida.
—¿Y Ud., señor Manrique?
—Siempre igual. Procuraba conservar a todo trance mi jovialidad. Y cuando el cabezón Pastor crispaba los puños y hablaba de su innegable hombría, o cuando Karamanduca requería el "charqui" (el charqui es el revólver), que en previsión de alguna contingencia llevaba siempre descargado, yo me ponía a buen recaudo. Aprecio en mucho le integridad de mi fisonomía. Ya la experiencia me enseñó a ser precabido, pues en más de una oportunidad por meterme a apaciguar a dos pleitistas, he salido mal parado. Son gajes del oficio...
—¿Le gusta el tango?
—Que tango ni que tango,
cuando un limeño está en turca
no hay más tango que el cajón".
Yo soy criollo y he cantado innumerables marineras y boleros. Quiero las cosas de mi tierra.. Y ahora, como estoy viejo,
"Ya me voy a retirar
a vivir corno ermitaño
y si he vivido mi desengaño
¿que más tengo que aguardar?
Y ante el asombro de sus compañeros de trabajo, la voz de César Augusto se eleva potente, mientras sus nudosos dedos tamborilean en una silla.
—Que vengan mis compañeros Karamanduca, y Raygadita. Y saldremos en son de farra con todos los bríos de nuestra perdida juventud. "¡Allá va la bala por los callejones!", como decía Ayarza.
Pero esto no puede quedar así amigos. Acompañadme a la esquina y beberemos media mula a la salud y la gloria de todas las mujeres bonitas. Ahora me siento joven otra vez. Uds. me han contagiado su entusiasmo y alegría. ¡Qué viva la juventud! ¡Honor y gloria a las morenas zandungueras y al claro de mi tierra.
"Arza, vamos a beber,
Arza, arza que te han visto:.... , que gritaba el cabezón.
Momentos después, el cronista hastiado de Baco, se echaba en brazos de Morfeo.
Voces en Ondas Nº 2 – setiembre u octubre de 1937 Colección Carlos Cerquín |
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